¿Cómo era la relación de San Martín con los libros y las bibliotecas?
Hoy les acercamos un texto que habla sobre la especial relación del General San Martín para con los libros y las bibliotecas; siendo ésta un rasgo característico de su personalidad. Invitamos a leer el texto a continuación para descubrir cómo era tal relación.
San
Martín y los libros
De todo punto ligado a
estos conceptos educativos podemos considerar otro aspecto esencial en el
carácter de San Martín, su pasión por los libros. Conocemos las obras que
componían dos de las bibliotecas personales del Libertador gracias a sendos
catálogos o inventarios. Los fondos de la primera de ellas acompañaron al
Prócer en un largo caminar desde Cádiz a Buenos Aires, Mendoza, Santiago de
Chile y Lima, en cuya Biblioteca Nacional quedaron depositados. Los de la segunda
fueron donados en 1856 a la Biblioteca Pública de Buenos Aires por el yerno de
San Martín, y deben corresponder a los ejemplares que éste atesoraba en su
residencia de Boulogne-sur-Mer. Con su gesto, y por haber pertenecido los
libros "a mi finado Señor Padre Político...cuyo nombre llevan los más de
ellos escrito de su puño y letra", Mariano Balcarce cree "llenar los
deseos e intenciones [del General], quien siempre amigo de las Letras y del
Progreso hizo en otra época obsequios de esta especie".
No resultaría habitual en
la época que una persona cuya vida había transcurrido de batalla en batalla de
repente expusiera tan manifiesta preocupación por los libros, la educación y la
cultura. Sin embargo en San Martín encontramos este y otros rasgos de igual
índole. Así, cuando en marzo de 1817 el Cabildo de Santiago de Chile le concede
un obsequio de diez mil pesos en oro, como muestra de su reconocimiento y
gratitud, el Libertador agradece la generosidad del ayuntamiento, pero expresa
su intención de destinar la citada cantidad "a un establecimiento que haga
honor a Y. S. y a ese benemérito reino: la creación de una biblioteca nacional
[que] perpetuará para siempre la memoria de esa municipalidad".
De igual modo, en un
testamento que dicta en la ciudad de Mendoza, el 23 de octubre de 1818,
consciente de que su vida está en constante peligro, expresa lo siguiente:
"Que la librería que actualmente posee y ha comprado con el fin de que se
establezca y forme en esta capital una biblioteca, quede destinada a dicho fin,
y se lleve a puro y decidido efecto su pensamiento". Recordemos, por
último, que entre sus primeras medidas de gobierno, como Protector de la
Libertad del Perú, figura la emisión de un decreto por el que, en agosto de
1821, se creaba la Biblioteca Nacional de Lima, "destinada a la
ilustración universal, más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la
independencia... [y destinada también] para estimular a lo general del pueblo a
gustar las delicias del estudio". Esta acción bienhechora se vería
completada, justo un año después, con el reglamento de funcionamiento de tan
prestigiosa institución.
Y no menor importancia
tiene la disposición que establece la libertad de imprenta, en cuyo preámbulo
se refleja toda una declaración de intenciones, pues reconoce:
"el derecho que
tienen todos los hombres de pensar, de hablar y de escribir, y porque está
convencido de que sin ella son perdidos los más bellos talentos para la Patria,
para la causa de la razón y de las luces. Mas al mismo tiempo que concede la
liberta de manifestar públicamente su opinión a todo individuo, es necesario
impedir su licencia, y evitar que el abuso de aquel arma la convierta, en manos
del sedicioso y del perverso, en un instrumento de desorganización y
venganzas".